Fuente: ADN.
Los japoneses esperan desarrollar en unas décadas máquinas que, además de interactuar con las personas, sean capaces de realizar tareas cotidianas.
Varios miles de investigadores japoneses trabaja para hacer realidad una sociedad en la que los robots convivan con el ser humano y realicen tareas sencillas en el hogar, como encender la luz, encargar la compra o hacer la limpieza.
Aunque una realidad así parezca inalcanzable hoy en día, el vertiginoso desarrollo tecnológico y el descubrimiento de nuevos materiales de construcción permitirán que, en apenas unas décadas, haya robots capaces de entender, analizar y realizar tareas rutinarias, para así hacer el día a día más fácil.
"En veinte o treinta años los androides estarán preparados para ser útiles al ser humano", aseguró a la agencia Efe Shu Ishiguro, responsable de la empresa nipona Robot Laboratory.
Para lograr ese futuro trabajan miles de investigadores nipones, que sueñan con dar vida a novelas de ciencia-ficción y personajes de manga como "Astro Boy", robot infantil con superpoderes idolatrado por los niños nipones de los 60, ahora ingenieros y científicos.
Japón, pionero en la investigación de robótica
Japón cuenta con unos 4.000 investigadores en el campo de la robótica que trabajan sobre todo en la mejora de los sistemas de producción industrial, aunque cada vez son más los dispositivos encaminados al uso social.
En 2005 se produjeron en Japón 108.000 robots por valor de 656.500 millones de yenes (5.500 millones de dólares), aunque los expertos estiman que para 2025 el volumen de negocio interno alcanzará los ocho billones de yenes (67.800 millones de dólares).
Ishiguro no duda en afirmar que "Japón lidera la investigación mundial del sector" y apunta que "hoy en día, los objetivos de la robótica pasan por aplicar la tecnología a las máquinas existentes, como coches o electrodomésticos".
Una de las áreas de robótica más adelantada en este país es la destinada a máquinas de rescate de personas en situaciones extremas, como un gran terremoto, y existen prototipos con forma de serpiente y oruga que podrían estar a disposición de los equipos de salvamento en sólo dos años. No obstante, una de las tareas fundamentales que los científicos japoneses tienen entre manos en este momento es perfeccionar el procesamiento de datos que se obtienen de sensores visuales y sonoros.
Terminator 2007
Si hoy se fabricase una réplica del famoso Terminator, el resultado sería una máquina con más fuerza, visión y precisión de movimientos que el ser humano, pero con el cerebro de un niño de tres años, problemas auditivos y sin habilidad para correr o saltar, según Ishiguro.
Un androide semejante se convertiría en un costoso trasto incapaz de comprender lo que sucede a su alrededor y, por tanto, inútil a la hora de ayudar en las tareas rutinarias.
"Van a pasar años antes de que las máquinas puedan entender al ser humano en una conversación normal y reaccionen en consecuencia", comenta el responsable de Robot Laboratory. Sin embargo, una vez alcanzado ese nivel, el camino hacia un robot de compañía o doméstico será más sencillo.
El androide podría convertirse en un ordenador central del hogar, conectado a internet y a dispositivos electrónicos de la vivienda que funcionen en red y respondería a las órdenes de su propietario para, por ejemplo, poner música o encargar la compra.
La cara y la cruz de los robots en casa
La llegada de este tipo de robot a la vida del ser humano no estará exenta de obstáculos que van más allá de la posibilidad de crear o no el androide. "Seguridad y privacidad se convertirán en un problema ya que los robots interactuarán muy próximos al individuo" y acumularán muchos datos sobre el dueño que habrá que proteger, indicó Ishiguro.
Al margen del robot casero, esta tecnología abriría las puertas a coches con piloto automático, capaces de transportar al pasajero a su destino sin necesidad de que nadie conduzca, escoger un restaurante y realizar la ruta en función de la información que tenga del pasajero.
Eso sería posible "tecnológicamente en cinco años, pero existen inconvenientes normativos, como por ejemplo, en caso de accidente ¿quién se haría responsable? ¿el viajero o el fabricante del automóvil?", plantea el experto nipón.