O seguridad nacional o independencia energética. He aquí el hamletiano dilema que tendrá que afrontar el no menos hamletiano Gordon Brown después del revés militar a sus planes para impulsar la energía eólica en el Reino Unido.
El diario 'The Times' reveló ayer que el Ministerio de Defensa britanico no da su aprobación a la construcción de turbinas en algunos enclaves de la costa al considerar que interfieren en las señales de los radares que protegen la inexpugnable posición geográfica de las islas británicas.
Según el diario británico, el hallazgo se produjo hace tan sólo unos meses, cuando un equipo de la RAF se desplazó a una remota zona de Gales para examinar los efectos de las turbinas eólicas en las señales del radar. Los aviadores descubrieron entonces horrorizados que en la pantalla del radar era imposible distinguir las aspas de las turbinas de las alas de una aeronave.
La Fuerza Aérea decidió entonces advertir al Ejecutivo contra la construcción de granjas eólicas en enclaves cercanos a los radares en funcionamiento. En concreto, está en entredicho la puesta en pie de las turbinas de Hexham y Kirkwhelpington en Northumberland, de Berwick-upon-Tweed y Lammermuir Hills en la frontera escocesa, de Routh en Yorkshire, de Thorney junto a Peterborough y de Ceres en la comarca escocesa de Fife.
Las objeciones del Ejército se enmarcan dentro del proceso de consultas abierto tras el anuncio el Gobierno laborista de construir un gran número de granjas eólicas a lo largo de la línea costera para alcanzar el ambicioso objetivo de producir de este modo un tercio de la energía que se consume en el Reino Unido.
En realidad, muchos analistas vieron en el anuncio una forma de maquillar la decidida apuesta del primer ministro Brown por la energía nuclear, criticada por distintos grupos ecologistas y por la izquierda de su propio partido. Propagandística o real, la meta eólica está ahora en entredicho y el Ejecutivo deberá buscar enclaves alternativos o renunciar a su plan inicial.
Amenaza a la seguridad
Las granjas eólicas son ya 165 en el Reino Unido y producen energía suficiente para abastecer a más de un millón de hogares. Se estima que ahorran al año unos cinco millones de toneladas de emisiones de dióxido de carbono. Algunos ven una mano negra después de este súbito cambio de opinión de los militares, que en 2004 y 2005 dieron su aprobación a proyectos muy similares a los que ahora se presentan.
El Ministerio asegura que sólo ahora ha descubierto la incompatibilidad de turbinas y radares y que el Ejecutivo deberá acomodarlas esta vez en lugares que no interfieran en el delicado terreno de la seguridad nacional.
«El apagón ocurre sin importar la altura a la que vuele la aeronave, del tamaño del radar y de la turbina», aseguraba ayer el piloto Chris Breedon.
Los responsables de la RAF no están dispuestos esta vez a pasar por el aro. El radar es para el Reino Unido un arma poderosa desde la II Guerra Mundial. Gracias a él, los cazas británicos podían acechar desde el aire las arremetidas de la Luftwaffe en los negros días del verano de 1940.
Hay historiadores que dicen que fue el radar lo que desequilibró la balanza del lado de Churchill o al menos lo que impidió que ésta cayera del lado de Hitler antes de la entrada de EEUU en la contienda.
La Asociación Británica de la Energía Eólica –que agrupa a las empresas que operan en el sector- trabaja ya codo con codo con el Ejército y con el Ministerio de Industria para encontrar ubicaciones alternativas.