Campeones del mundo en robots industriales, los japoneses dotan a sus criaturas de una capacidad productiva insuperable, de un aspecto para todos los gustos, con rasgos humanoides o propios de los monstruos de ciencia ficción, y sobre todo de una inquietante inteligencia.
Tres de ellos, alineados, trabajan sin descanso metiendo en cajas los chocolates que desfilan anárquicamente a todo gas sobre una cinta transportadora frente a ellos. Un trabajo en cadena repetitivo e ingrato, inhumano por antonomasia.
Pero este trío de robots obreros incansables lo hace sin rechistar noche y día, a un ritmo vertiginoso de 300 chocolates ordenados por minuto.
Estos ágiles brazos articulados fabricados por el japonés Fanuc es un ejemplo de las últimas generaciones de autómatas contratados en las fábricas agroalimentarias.
Están equipados de un sistema visual en tres dimensiones para ver los chocolates y atraparlos tan pronto como pasen por delante de ellos, sin derecho a equivocarse.
La tarea se complica porque otra tanda de cajas desfila por una segunda cinta transportadora. Aún así, cada robot se concentra en su trabajo sin despistarse.
"Jamás un humano podría ir tan rápido, durante horas y horas sin interrupción", se felicitaba un ingeniero de Fanuc al presentar las hazañas de estos tres prodigios durante un reciente salón de robots en Tokio.
A unos metros de allí, otros trillizos, de la marca Nachi, seleccionan latas de conservas colocadas al azar en un soporte móvil. El primero de ellos atrapa el atún, el segundo el salmón y el tercero las sardinas. Ninguno se equivoca, ni siquiera una vez.
Más allá, otro aparato se empeña en escoger componentes. Él todavía es más inteligente que sus congéneres.
Como hace un niño concentrado en colocar cubos, bolas y otras figuras en las formas geométricas correspondientes, este imperturbable robot desliza una a una las piezas minúsculas de diferentes estructuras en los emplazamientos previstos para ellas.
Cuando se acerca a cada uno de los componentes parece reflexionar, medita si su gesto es o no pertinente y finalmente cambia de parecer. A fuerza de deducciones sucesivas, acaba por encontrar la casilla correcta.
En otro constructor nipón, Yaskawa, tres seres de la ingeniería mecatrónica con dos brazos, los 'Motoman', se afanan en ensamblar un aparato de cabo a rabo. Lo hacen en cadena, coordinando su ritmo y sus gestos.
Pero al contrario de sus compañeros, estos tres golfos semihumanoides tienen derecho cada año a unos instantes de ocio que dedican a tocar instrumentos de percusión japoneses 'wadaiko' durante los 'matsuri' (fiestas) de su región del sur de Japón.
Otro listillo, el gigantesco Artis de Nachi, de casi 5 metros de alto, manipula las losas de vidrio que servirán para fabricar pantallas de televisión. Lo hace con una precisión de 0,3 milímetros y una rapidez de relámpago.